Silverio Franconetti.

Los cantaores Juan Breva y Silverio Franconetti, en los ruedos

Ahora que la Plaza de Toros de La Malagueta (Málaga)acaba de cerrar su gestión por un nuevo grupo empresarial de campanillas y que en su pliego de condiciones figura la celebración añadida de festejos flamencos, se refresca el recuerdo de lo muy bien que han casado a lo largo de la historia estos dos mundos. Y de lo acertado que ha sido el uso de este coso para la celebración de los mismos. Míticas noches camaronianas como la de su estreno multitudinario de la mano de Juanito Valderrama en los estertores de la Ópera Flamenca en 1970 o de su ocaso vital en 1990, en una noche memorable para TVE. Los dos conciertos de Paco de Lucía en 2005 y 2007 con motivo de Málaga en Flamenco…
Pero el maridaje entre toros y flamenco ha ido más lejos que esto. En una entrevista concedida por Manolo Caracol al diario ABC allá por década de los sesenta, el genial cantaor y empresario afirmaba que un buen cantaor debía de acumular como dotes esenciales, «primero la de ser hombre, tener corazón, que le gusten los toros, el vino y las mujeres y luego poseer una voz con rasgos gitanos. Sin todo eso se podrá cantar pero mal». Al margen de tópicos rancios e inciertos, el apasionado idilio entre el mundo del toreo y el cante está jalonado de muchas de estas efusivas declaraciones de amor, amigos comunes, familias entroncadas, conceptos, filosofías y términos compartidos, una estética barroca, cierto trasfondo romántico y un origen coétaneo en la profesionalización de ambas prácticas allá por finales del siglo XIX.
Son multitud de toreros y artistas flamencos los que se han declarado mutua devoción, los que han compartido, aficionados, alcoba y fiestas privadas. Pero quizá ha sido menos usual encontrar cantaores que hayan cambiado el escenario por la plaza de toros y se hayan vestido de luces para una corrida de verdad.
En este caso, viene a colación el anuncio de un festejo en la Plaza de Toros de La Malagueta (Málaga), publicado el 8 de diciembre de 1878 en el Correo de Andalucía, donde se dice que «serán lidiados dos novillos y tres reses bravas por un cuadrilla de toreros compuesta por los artistas de los cafés cantantes de Málaga». ¡Cantaores metíos a toreros! Sorprendente pero no por ello sin precedentes, pues tan sólo unos días antes, en concreto el 17 de noviembre del mismo año, la ensolerada plaza de Sevilla era escenario de un festejo similar que tuvo como promotor al célebre cantaor y empresario de cafés cantantes, Silverio Franconetti. Entre el cartel, destacan algunos cantaores de la época y ejerciendo de puntillero, «el nunca bien ponderado cantaor de malagueñas, Juan Breva, de Vélez Málaga».
Picaor
La aventura taurina, puntual, de Juan Breva nada tiene que ver con la de su compañero Silverio Franconetti (Morón de la Frontera, 1823-Sevilla, 1889) que en esta ocasión aparece como empresario, patrocinador de la idea, pero que ya había mantenido una estrecha relación con el mundo taurino durante su estancia en Uruguay entre los años 1857 y 1864, momento en el que desempeñó el oficio de picador, como ya informó el folclorista Antonio Machado y Álvarez ‘Demófilo’, padre de los dos geniales poetas, Antonio y Manuel, y autor del libro Colección de cantes flamencos de 1881, donde aparece retratado Silverio, también sastre por tradición familiar y a la postre en su aventura de ultramar, militar.
El flamencólogo Gerard Steingress investigó recientemente en esta faceta del cantaor encontrándolo en varias corridas de toros celebradas en la capital uruguaya, donde actúa como picador bajo el sobrenombre del Gordito de Sevilla, sin pena ni gloria en septiembre de 1857.
Extracto del texto publicado en el Diario El Mundo Málaga. Los Papeles del Paraíso. 28 de julio de 2006.

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