
07 Oct La polifonía en El ruido y la furia
William Faulkner anticipa en esta novela una polifonía narrativa, además del acierto para crear una atmósfera desasosegante, que luego será heredada por otros escritores de la segunda mitad del pasado siglo, muchos de ellos promotores del realismo mágico. Colocar a diferentes narradores, tres hermanos y una sirvienta, sobre el mismo relato familiar de principios del siglo pasado en el recién creado país concentra esta innovación sin muchos precedentes en la historia de la literatura por entonces. El de Misisipi consigue así que la radiografía de los Compson sea vista desde conciencias diametralmente diferentes de cada uno de ellos.
El ruido y la furia aglutina la recta final de un linaje ‘aristocrático’ del sur norteamericano. Un sur que se desintegra y con él ese pasado glorioso de las plantaciones. Aquí se cuenta la caída de una estirpe de rancio abolengo que llega a sus últimos descendientes aquejada de una decrépita economía doméstica, problemas de alcohol, salud, locura, promiscuidad, incesto, avaricia y en general ejemplifica una degeneración de la especie que parece, como en algunos momentos lamenta la matriarca, víctima de una maldición.
Lo más original de esta mirada poliédrica a los más irracionales y bajos sentimientos tiene que ver con ofrecer parte del relato a uno de los hermanos, retrasado mental. Voz que pocas veces ha sido otorgada como válida para contar algo en una novela. Faulkner lo hace. Consigue además por la manera de narrar de cada uno de estos miembros de la familia trasladarnos de forma muy clara su forma de pensar, sus preocupaciones, sus sueños y más claramente sus pesadillas. Es en este comienzo donde más complicado resulta seguir el hilo a lo que ocurre y formalmente en toda la novela se convierte en habitual el párrafo largo y la yuxtaposición de ideas. Por momentos también se desentiende de la sintaxis lógica de una novela y se esfuman puntos y comas, entre otros signos de puntuación. Además de a éste alarde de libertad formal, en el fondo es también muy reseñable darle protagonismo a la criada negra de la familia que también sufre o percibe toda la degeneración de este grupo.
El racismo de una época clasista e injusta que se diluye también es otro de los temas que atraviesan el libro de principio a fin. Curiosamente la parte final, en la que el narrador se fija en la vieja criada de color que ha visto toda la caída de la casa, ésta parece la más honrada y correcta dentro del atajo de enfermedades de todo tipo que se manifiestan a su alrededor en el ‘honroso’ árbol genealógico blanco.
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