Sean Connery en su casa de Marbella en 1983. CORBIS

Malibú: descubrimiento de Neville e investigación de Connery

(Imagen de Corbis, aparecida en ElPaís)

Hay pocos lugares de Marbella que acumulen tantas historias en púrpura en tan pocos metros. Malibú es ya hoy el recuerdo de una arcadia perdida que pelea en los juzgados por salvar su memoria. Ya que el saqueo físico se materializó hace tiempo. En estos días, Juan Antonio Roca, brazo ejecutor del GIL, anda recordando en el juicio del caso Goldfinger en la Ciudad de la Justicia de Málaga como Sean Connery, el propietario de una mansión llamada Malibú se cabreó con el ex alcalde al construirle apartamentos de lujo de cuatro pisos alrededor de su casa. El escocés se lo explicó en su idioma; «no puedo ir en calzoncillos por mi jardín».

Aquel urbanismo feroz acabó también con el remanso de paz de Sean Connery, que se marchó de Marbella, pero no sin que antes su esposa, dueña de la propiedad, dejara la parcela a expensas de una recalificación sospechosa y por la que tendrá que declarar en este caso.Este es el triste capítulo final de un rincón marbellí que fue digno de aparecer en la Arcadia de Virgilio. Del que su pasado glorioso, henchido de celebrities, no va a ser repasado en el juicio pero que bien merece estar guardado como recuerdo de lo que un día fue Marbella.

Las crónicas cuentan que Norberto de Goizueta, el mismo que en 1962 estrenó La Costa del Golf con la visita de los Duques de Windsor a su campo de Guadalmina, veinte años antes había visto el paisaje de una parcela cercana a Puerto Banús y descubierto un nuevo El Dorado. Le dio el consejo de comprar aquellos terrenos a Ricardo Soriano, marqués de Ivanrey, que en 1946 desarrolló sobre ellos una especie de resort tipicalista, entre mexicano y de arquitectura andaluza, llamado La Venta y Albergues del Rodeo.En ellos Soriano impuso unas construcciones que no superaran las dos plantas de altura y mantuvieran la masa forestal que antaño refrescaba la costa marbellí.

En aquel paradisíaco lugar, en los 50, compró el director de cine, escritor y muchas cosas más, Edgar Neville, una casa. Neville, ex de la empresaria teatral malagueña Ángeles Rubio Argüelles, amigo de la Generación del 27, conde Berlanga de Duero, entonces ya había disfrutado de la más fascinante de las biografías, siendo como fue uno de los precursores del nacimiento globalizado de Hollywood y trabando amistad con personajes como Chaplin. Por aquel recuerdo y la similitud del entorno medioambiental y climático de la mansión, quiso llamar Malibú a su nueva casa en Marbella, por donde a la postre desfilaron muchos de sus internacionales amigos artistas como el propio Jean Cocteau.Los alrededores de este foco de celebrities de la época también atrajeron personajes de la farándula y del flamenco, que tanto gustaban a Neville. De hecho el bailarín/bailaor José Constanzo el Greco’, se hizo en unos terrenos segregados a Malibú otro ‘cortijo’ típico andaluz que fue bautizado como Torre del Greco.

En ellos el conocido artista tuvo la intención de crear su propia academia de baile, con incluso escenario para las actuaciones que se dieran. No muy lejos de allí, al oeste de Malibú también se construyó el bailaor más internacional de cuantos haya tenido España otro sueño de casa. Antonio Ruiz Soler, Antonio el bailarín, diseñó una barroquísima mansión, cual Alhambra en miniatura, en el que incluso en el suelo de azulejos había reproducido un dibujo de él realizado por Picasso, al que frecuentó en sus fiestas de la Costa Azul. Un vestigio que ha sobrevivido, reformado, a la picota.Pero el episodio más enigmático que se guardó para siempre aquella mansión Malibú, que adquirió Sean Connery en los setenta y hoy es sólo el nombre de una urbanización de lujo más, fue el que tuvo como protagonista a Pablo Ruiz Picasso, el malagueño más universal.

La historia la narra el libro Un viaje de incógnito: Picasso en España durante el Franquismo. Éste habría estado con un salvoconducto entre sus paredes en 1966. Así lo cuenta lo cuenta el ensayista francés Jean-Luc Rendo en un trabajo de investigación en el que recoge las negociaciones llevadas a cabo por Jean Cocteau, Luis Miguel Dominguín y el propio Neville, con cargos del régimen franquista para conseguir la protección suficiente para que Picasso volviera efímeramente a su tierra. Rendo encontró una serie de documentos de la Brigada Político Social franquista que respaldarían esta negociación.De la misma forma este escritor francés da algún detalle de la estancia del pintor malagueño en Malibú.

«Precisamente, en la biblioteca de Neville se conserva un ejemplar de su obra de teatro Prohibido en otoño cuyas páginas de respeto fueron utilizadas por Picasso para dibujar un retrato taurino de Dominguín, Neville y la amante de éste, Conchita Montes. Juntos al parecer, según sostiene esta investigación, irían a los toros a Ronda y no a Arles como se cree», se incluye en su investigación. Con Picasso o no, de quien su visita a Málaga ha sido más de una vez fabulada, la historia de Malibú ya es digna de aparecer en los libros de historia locales.

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