04 Jul ‘The program’, el ascenso y la caída del dios de los siete tours; Lance Armstrong
Cualquiera que sean los gustos cinematográficos de quien lee esto seguro que no sale descontento de ‘The Program'(El ídolo), la película de Stephen Frears, con guión de John Hodge (Trainspotting) en la que Ben Foster encarna a ese dios de la bicicleta que fue Lance Armstrong. El ganador de siete Tour de Francia que un buen día, y tras muchas sospechas a lo largo de su carrera de no haber jugado limpio, decidió salir del Olimpo de los grandes deportistas de la historia por su propio pie y pasar a ser tan humano como los demás, paradógicamente más carne de película que antes de sus hazañas sobre las dos ruedas. La salida de ese armario de la infamia ocurrió en print time americano de la mano de Oprah Winfrey el 18 de enero de 2013.
Esta película en cambio es un biopic no autorizado de las investigaciones de un sagaz plumilla que ya aventuró aquella confesión. Así la trama está sacada del libro ‘Seven Deadly Sins: My Pursuit of Lance Armstrong’ del periodista de ‘The Sunday Times’ D. Walsh que para el que haya conocido el ejercicio del periodismo es el típico profesional que se juega su puesto siguiendo una pista, en este caso la de que Armstrong hace trampas, y unas fuentes más o menos fiables contra la siempre incrédula y miedosa postura que suelen tener los directores de los medios de comunicación ante ellas. En este sentido la película recuerda mucho a la oscarizada Spotlight.
Al margen de esto, es en esa subida y abrupto descenso de los altares donde radica la gracia de esta muy conseguida historia deportiva, apoyada en un siempre ritmo ágil y dinámico, por momentos divertida, por momentos desagradable en el hiperrealismo de los efectos del cáncer en el americano. La ambición y la prepotencia de Armtrong parecen dispararse tras aquella lucha en el hospital por su vida.
La película arranca cuando Amstrong se preocupa por ser algo más que un clasiquista, o un gran contrarrelojista, que es lo único que era, cuando sueña con ganar el Tour con su propio esfuerzo y poco más, y es bajado de sus ínfulas de grandeza por Marco Ferrari, a la postre el doctor EPO, que se niega a trabajar con su cuerpo por tener una complexión demasiado grande y que no genera los suficientes glóbulos rojos que impulsan a los verdaderos campeones a lo más alto del cajón, con o sin ayuda extra.
Tras este nones, Armstrong bajará a los infiernos y peleará con la muerte en un hospital hasta vencer a un cáncer de testículo y quedarse en los huesos. Vuelve entonces a ver al ‘Doctor Epo’ para convencerle de que su complexión ha cambiado para siempre. Ferrari sintoniza entonces rápidamente con la ambición del tejano. Ambos se disponen a crear la máquina perfecta de ganar tours; el equipo US Postal al completo. Todos subidos con esa gasolina de reserva.
Antes de esos inicios del éxito conocemos que ya existía un peregrinaje más o menos habitual y consentido de ciclistas y médicos del pelotón a Suiza donde se vendía EPO. Antes del cáncer la película revela que el ciclista americano ya había hecho esa ruta del contrabando más de una vez y que la sustancia no era tan perseguida por los ‘vampiros’ de la UCI. De hecho de toda la película se desprende que todo el pelotón va hasta arriba de unas u otras sustancias prohibidas pero que en sólo en algunos casos son ‘cazadas’ por los médicos de la UCI.
La buena banda sonora de la cinta, casi toda a cargo de Álex Heffes, engancha fácilmente al espectador. Los ciclistas se ponen como motos en carrera con The Ramones y su Blitzkrieg Bop o con Mr. Robinson de Lemonheads. Es en sí una forma de decir que el éxito de las estrellas rock ha sido en nuestro tiempo perseguido también por los deportistas, la fama como meta a cualquier precio.
Toda la trama discurre de una forma muy amena, veloz, de forma que no tiene nada que envidiar a las películas convencionales de acción, por ejemplo. Los efectos especiales también juegan a favor de esa evolución de los acontecimientos en la vida del ciclista que se ponen en dos, tres, cuatro o siete tours en un periquete a fuerza de meterse mucha tralla intravenosa. Amstrong toca la gloria y se resiste a abandonarla y al mismo tiempo hace de la lucha contra el cáncer la mejor pantalla de humo para limpiar las posibles sospechas de su estratosférico ascenso… y esquivar preguntas indeseadas.
Es aquí donde aparece la otra trama esencial de la película, la del periodista D. Walsh que insiste en su teoría. Lo hace, pese a la oposición incluso de sus propios compañeros de profesión, hasta que la biografía impecable de Armstrong comienza a mostrar fisuras y a encontrar a allegados y compañeros del pelotón que le señalan entre los que no juegan limpio. El spoiler no cabe en esta historia conocida cuando es Floyd Landis, también dopado desde su etapa en el US Postal, y uno de los principales corredores que le acompañó en los éxitos, el que acaba cediendo a su moral ultracristiana para reconocer de alguna manera el dopping masivo en el equipo de Armstrong.
Calificación: ♠♠♠
Hasta el 7 de julio en Cines Albéniz. 18.50 horas. Málaga. www.cinealbeniz.com
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