
15 Jul Dejen paso a David Lagos
(Foto Daniel Pérez. Teatro Cervantes)
Hay una clase de advenedizos cantaores llamados a ser los nuevos emperadores del jondo. Muerta, por casi todos sus ejemplos la Generación de Oro de los Camarón, Morente o Lebrijano es el tiempo de los reyezuelos que se arremolinan alrededor del nuevo monarca, Miguel Poveda. En esa caterva de nobles con aspiraciones está el inefable David Lagos, un portento de facultades que en Jerez es otra mina (Lámpara minera), pero en este caso más atópica, al no dolerle en prendas arriesgar y sumarse a cada experimento del indomable rey del baile futurista, Israel Galván, entre otras aventuras.
Anoche, en el ciclo Terral de Málaga, David Lagos junto a su hermano Alfredo a la guitarra compusieron uno de esos recitales de cante convencional que van de menos a más hasta terminar con la gente en un estado de ebullición premístico. Como si se tratara del flautista de Hamelin, los escasos espectadores (qué pena, y qué de contraprogramaciones en una misma ciudad) se arrimaron de pie al escenario para escuchar su fandango de despedida. Ése del avaro que ve la muerte llegar sin poder llevarse consigo su tesoro. Aquí fue cuando la gente acabó abandonando sus asientos como si la magia del cante y el agradecimiento al derroche de facultades del protagonista les pidieran darle un abrazo desde la cercanía, a pie de escenario, bajo su sombra, para que sintiera el calor que él mismo había prendido en los asistentes.
David supo componer un concierto bien estructurado, entrando con tangos de Granada, una soleá que dedicó al recientemente fallecido Juan Peña ‘El Lebrijano’ e internándose luego en aguas profundas y procelosas con cantes de Levante (minera y levantica) además de una seguiriya que dieron una medida de la categoría de este enorme profesional más que preparado para el cante de adelante. Salió más que airoso, salió evidenciando que tiene unos pulmones de gigante y un conocimiento de la expresividad sobresaliente, sabiendo en todo momento lo que está cantando.
A su lado, su hermano no dio una nota fuera de lugar como si se supiera de memoria lo que le estaba pidiendo su acompañante a cada momento. Sin el como, que estos se han criado juntos. Sabiendo muy bien que el protagonismo estaba a su derecha y no él, pese a ser un concertista consumado.
Sorprendieron por lo inaudito sus cantiñas a capella, preciosas, («no siempre un foco en mitad del escenario debe significar una toná») y luego esas alegrías que embarcaron a todo el público a verse en la Bahía de Cádiz, territorio de felicidad. Recuerdo al tío Chano. Para despedirse eligió bulerías, pero no bulerías sencillitas y para resolver, bulerías con mayúsculas de las de atarse los machos y con su pizca de gracia. En resumen los Lagos anoche fueron un mar de encuentro a la vera de un Mediterráneo que se olía por encima de Gibralfaro, castillo precioso de cuando moros, judíos y cristianos cantábamos como uno solo.
CICLO TERRAL
Calificación: ♠♠♠♠
14 de julio. Castillo de Gibralfaro. 50 localidades aprox. Málaga. 22.00 horas.
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