Elena Algado y Miguel Ángel Corbacho dan vida a Las Moiras.
El Festival de Teatros Romanos de Andalucía arrancó anoche en Málaga con una obra de danza que aborda con un gran derroche de imaginación y destreza física el mito griego de las Moiras. Resulta complicado que tan abstracto tema, el de las tres ‘diosas’ del destino; Nona, la hilandera primigenia, Décima, la que con su vara nos mide y guía, y Morta, la inexorable e inevitable que trae consigo el final, se pueda confeccionar un relato ameno. Y sus protagonistas, en su soledad de dúo, lo consiguieron.
Con este leit motiv los bailarines Elena Algado y Miguel Ángel Corbacho, ex, ambos del Ballet Español, recrean el nacimiento, juventud, madurez, vejez y muerte de un individuo con la dificultad que confiere hablar sobre el destino, el amor, los desengaños, las frustraciones y la pena sólo con el lenguaje de sus cuerpos. Además de ejemplificar la intermediación que en todos estos hechos de la vida puede tener el Destino -papel que en sus tres personificaciones es para Algado- ese devenir que a los antiguos griegos les marcaba cada suceso en su biografía.
Para ello se hacen valer de una puesta en escena lacónica pero tan elocuente como la propia madeja de la vida que es lo que simulan las cuerdas de su fondo de escenario. La luz hace las veces de otro protagonista muy conseguido, con una voz propia en la señalización de las situaciones. La música, todo el tiempo en off, es todo un acierto con el flamenco, por momentos en ¿latín?, como protagonista principal en muchas ocasiones y confiriéndole un vehículo muy apropiado para los momentos de pena traerse la seguiriya o los de vaivén, para bien o para mal, hacerlo por jaleos o bulerías. El vestuario, no lo quiero olvidar, también sumó información.
Se nota en este sentido las raíces del baile que ambos bailarines han mamado y los grandes maestros para estas recreaciones que han tenido, entre ellos Antonio Gades. En el caso de Corbacho la exhibición de movimientos, giros, piruetas, desplantes y zapateados que regaló anoche son los propios de uno de los mejores bailarines españoles del momento. Y todo ello como se ha dicho en esa perfecta simbiosis de combinación de lo jondo con la danza clásica o la contemporánea. Todo un acierto. Mereció también el aplauso Algado, tan expresiva como los papeles que encarnaba, muy entregada y desbordante en todas sus evoluciones.
La obra abrió así con éxito y un casi lleno en las gradas, en un día de calor antológico, el ciclo del Teatro Romano de Málaga, una joya de programación que la Junta de Andalucía ha acertado a replicar, como antaño, en este graderío tan largamente esperado. La lástima es que parte de su aforo no se pueda usar por circunstancias de conservación a lo que cabe preguntarse si la limitación de parte del graderío no podría solventarse con unas fundas de madera que no hicieran resentirse la piedra más afectada y así abrir esta maravilla de espacio y este programa a más gente y a más rentabilidad.
Calificación: ♠♠♠♠
12 de julio. Teatro Romano de Málaga. 300 localidades aprox.
Calle Alcazabilla. Málaga. 22.30 horas.
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