
24 Nov Homenaje al entrenador más literario del fútbol español
A los culés -me refiero a los de verdad- siempre les ha caído muy bien Aragonés. Sobre todo desde aquel motín de Hespería en el que se puso del lado de los jugadores cuando se enfrentaron a Núñez, por entonces presidente del club. En general, a la buena gente le solía caer bien. De hecho, creo que este sea probablemente el mejor método para detectar si alguien es buena gente. Para mirar con malos a Luis Aragonés hay que tener el corazón enfermo y empozoñado. Y más después de que iniciara la época dorada de la selección española. Porque es un secreto a voces dentro del fútbol que el mérito de los triunfos obtenidos por la roja es, si no enteramente, en gran parte suyo.
Pero es que, además, Luis era un tío libre, con carácter, que iba de frente. Incapaz de dar puñaladas traperas a nadie. Una de las primeras cosas que hacía al llegar a un equipo era ganarse la confianza de los porteros de las discotecas de moda. Así, cuando un jugador negaba haber estado de juerga la noche anterior, le decía, lacónicamente: «Le vieron en Pachá».
Los que somos del Atleti, los que no nos perdemos ni un solo partido, los que hacemos bolas de papel para no lanzarle una cerveza al televisor cuando el árbitro de marras hace una de las suyas. Los que no comemos y dormimos mal y todas esas cosas que nos suceden cuando el Atleti palma, sabemos que al Bayern de Munich hay que ganarle en la siguiente eliminatoria de Champions no por obtener royalties, ni porque nuestros jugadores se revaloricen en el mercado, ni para coleccionar copitas. Es lo de menos. Hay que reventarlos y pasarles por encima por Luis Aragonés. Para que aquella falta que, tan magistralmente, lanzó en el 74 sirva de algo. Y eso el Calderón lo sabe. Lo sabe perfectamente.
Luis dormía poco. Era muy estricto, meticuloso y metódico en su trabajo. Amante de las estadísticas, las utilizaba como una herramienta táctica más. Fue una lástima que su relación con el banquillo rojiblanco no fuera fluida y careciera de continuidad, pero siempre estuvo ahí en los momentos importantes. Aquellas dos finales antológicas de Copa del Rey frente al imperio del mal en el Bernabéu, una con goles de Futre y Schuster y otra con dos goles de Hugo Sánchez, antes de que se pasara al lado oscuro y se convirtiera en el jugador sucio, cínico y de malos sentimientos que siempre fue. (Porque esa es otra: si una característica tiene el Atleti es que los jugadores que lo abandonan ya no vuelven a ser los mismos, siempre empeoran, ya sea en lo personal o futbolísticamente hablando. Salir del Atleti es como entrar en la casa de El Resplandor). Aquel título de liga. La Intercontinental. El ascenso, después de las dos temporaditas en el infierno en las que, al menos un servidor -que podrá ser cualquier cosa menos resultadista, como buen atlético- se divirtió una barbaridad visitando campos de mala muerte y comprobando que, todos los partidos, el Calderón se llenaba a reventar para apoyar a su equipo. Luis Aragonés siempre estuvo ahí, al rescate, cuando el equipo lo necesitó.
Zapatones ponía como referentes a los jugadores de antes. Siempre. Esa sea probablemente la cualidad que más admiro de él. Sobre todo ahora que España se está disfrazando de algo que nunca ha sido. Era un hombre bueno, auténtico, chapado a la antigua, sin pelos en la lengua. No en vano, él mismo lo admitió una vez: «Digo mas veces al día vete a tomar por culo que buenos días». Un héroe refunfuñón que parecía sacado de una peli de Clint Eastwood. Un clásico. Una clase de persona que se está perdiendo, a la vez que la sociedad pierde sus valores. Qué casualidad.
«¿Lo han entendido? Pregunto: ¿lo han entendido ustedes? ¿Sí? Pues esto, ¡esto! -y golpeaba la pizarra- no vale para nada. Lo que vale es que ustedes son mejores y que estoy hasta los huevos de perder con estos en este campo. Son el Atlético de Madrid y cincuenta mil personas en el campo que van a morir por ustedes. Por ellos, por la camiseta, por su orgullo, hay que salir y decir en el campo que sólo hay un campeón. Y va de rojo y blanco».
¿Lo han entendido? Pregunto: ¿Lo han entendido ustedes?
Luis Marí-Beffa es psicólogo clínico de la Clínica del Pilar, Málaga.
Paloma Santos
Publicado en 08:57h, 28 noviembreUna muy buena idea «fichar» a Luís Mari. Un gusto leerlo siempre. A través de él conocí vuestra página!
Francis Mármol
Publicado en 00:02h, 29 noviembreMil gracias a vosotros por leernos. Luis es un Sanluis, dotado para la escritura como pocos. No dejéis de visitarnos de tanto en cuanto.