‘El Ciudadano Ilustre’, la tragicomedia de la cultura

Por; Gabriela Santiago.

La vida es sueño y los sueños, sueños son. La verdad no existe, es una creación. Toda la filosofía del Barroco español cabe en la película ‘El Ciudadano Ilustre’, el nuevo filme que firman a pachas Gastón Duprat y Mariano Cohn, dos directores empeñados en desentrañar el misterio de la creación artística. Ya lo hicieron en la sencilla pero fascinante ‘El hombre de al lado’ (2009), en la que confrontaban dos mundos aparentemente divididos por una pared, pero separados por otro muro más difícil de derribar: el de los prejuicios. Dos universos, el de un reconocido diseñador y de un vendedor de coches de segunda mano, se cruzan por medio de una ventana y desencadenan una trama que pone al descubierto lo dramático de la condición humana, sin caer en lugares comunes, y utilizando la ironía y el sentido del humor como escudos contra la vergüenza que produce mirarse en un espejo a veces demasiado reconocible. Un año antes también apuntaron maneras en ‘El artista’ (2008), cinta que puso el foco sobre el complejo sector del arte contemporáneo y sus patéticas convenciones.

Ahora vuelven con ‘El ciudadano ilustre’, un delicioso juego quijotiano de casi dos horas de duración, que abraza al espectador con sutileza y buen ritmo. Como suele ser habitual en sus guiones, y haciendo gala de la enorme herencia de contadores de historias de su país, Duprat y Cohn parten de una trama sencilla pero profunda, sin subordinadas aparentes. Un escritor argentino al filo de la vejez, Premio Nobel de Literatura, y afincado en Barcelona, recibe una carta de su pueblo natal, Salas, fuente de inspiración de sus exitosas novelas. En la misiva se le invita a pasar unos días en la localidad que pretende nombrarlo ‘Ciudadano ilustre’. El escritor decide aparcar su apretada agenda y aceptar la invitación. A partir de este momento y sin abandonar la idea principal de la historia, en la película caben argumentos como para otras cinco historias, uno de los paralelismos con la inmortal novela de Cervantes. Las intrahistorias dentro de la trama principal, de tal forma que la película es un caleidoscopio con tintes de thriller, de drama romántico, de cariz filosófico, de comedia…
Desde que el escritor pisa de nuevo suelo argentino, la historia avanza como una bomba que pone en cuestión todo cuanto acontece, en una delirante parodia que de nuevo enfrenta dos mundos que se materializan de diversas formas:el rural y el urbanita; el del orgulloso embrutecido y el culto descreído; el de la vida sencilla frente al de las necesidades de una existencia compleja y deshumanizada. Desde la carcajada inocente el guión va sacudiendo la conciencia, dejando a un lado la tentación de revestir de cualidades plenas a ninguno de los personajes. Nadie es totalmente inocente o culpable. Y siguiendo la estela de los grandes de la literatura latinoamericana, la huella del pueblo. El pueblo como personaje que marca la existencia del resto, incluso la de los que se han marchado.
Por último cabe destacar el trabajo del protagonista de la historia, un Óscar Martínez travestido en Daniel Mantovani, un personaje en el que resuenan referencias de otros grandes de la Historia del Cine, como el Salvatore Di Vita de Cinema Paradiso, el Guido Anselmi de ‘Ocho y medio’ de Fellini o el Jep Gambardella de ‘La Gran Belleza’. Y siempre desde la óptica canalla argentina. Argumentos de sobra para ir a verla. Por cierto, es la película que Argentina envía a los Oscars.
Calificación: ♠♠♠♠ (sobre cinco)
Cine Albéniz. Málaga. C/Alcazabilla.
Sala 2
Sesiones hoy: 16:30h | 20:20h
118 min | Argentina
Comedia. Drama

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