Gemma Matarranz y Alejandro Vera.

Lorca, en el amor último que lo llevó al cadalso

Lorca, siempre Lorca. Poeta inagotable que resucita sin descanso para relamernos la herida de su propio final. Ha vuelto a aparecérsenos para contar otro episodio imposible y veraz. El que Histrión Teatro puso sobre las tablas del Teatro Cervantes este martes y que lleva el sucinto y universal apellido de su protagonista; ‘Lorca’. Siempre Lorca.

Cada vez más la colosal y magnética obra legada va engullendo más al poeta y sus circunstancias y esta vez sin duda se produjo el milagro, confundiéndose la rima con la prosa, las cartas con su imaginario lírico en el texto de la obra, el escenario con el patio de butacas. Se contó la enésima leyenda con visos de mucha realidad; la de la posibilidad de que Lorca hubiera muerto a la espera de un querubín de Albacete al que quiso esperar en su Granada hasta que su padre, le diera el visto bueno para zarpar juntos con destino al exilio mejicano. Un sí que nunca llegó antes de los disparos.

Esas últimas horas de tortura antes del fogonazo letal son retratadas con mucha poesía por sólo un par de actores titánicos; Gemma Matarranz (con todos los premios habidos y por haber a sus espaldas) y Alejandro Vera, con parecido y todo al émulo, que se agiganta incluso cantando sus versos por breves momentos.

Son sus trepidantes movimientos en escena deudores de una escenografía tan escueta como elocuente, una biblioteca de archivadores que en metáfora resumen la vida y obra del granadino. Nada que ver con la sala de estar que desmantelan al principio de la obra como queriendo decir que el poeta son sus versos y cartas, sus deseos inconfesables y sus sueños, no una retórica pastiche de mesa camilla.

Ambos van alternándose al Lorca entregado al amor primero de Dalí, el sojuzgado por no terminar la carrera de Derecho, al que triunfa en el teatro, el de los viajes a La Habana, Nueva York y Buenos Aires, al amigo de Margarita Xirgu, al de la Barraca, al acorralado. Todo sazonado con extractos de sus obras que por momento resultan algo intensos pero siempre emocionantes, precisos y preciosos en la línea narrativa abstracta.

Es un Lorca vibrante, en repaso de su vida, el que Histrión Teatro pasea ahora por España, tras su ausencia de 80 años, un Lorca que vive sus últimas horas antes del paseillo por el Barranco de Víznar y que se acuerda de sus ‘Sonetos del amor oscuro’, de esa perdición rubia con nombre y apellidos según una reciente investigación -Juan Ramírez de Lucas-, de tan sólo 19 años, que le ha llevado a esperar en Granada, su tumba, en vez de escapar raudo desde Madrid, a México o Colombia, de una muerte anunciada.

Es Lorca, siempre Lorca un poliédrico argumento literario más allá de los libros, un personaje fuera de la realidad. En este caso más que escupido de sus dramas irrevocables. Una especie de Santiago Nasar pagando por el amor no correspondido y por ser tan luminoso con la muerte. Inmerso en su propio Romance sonámbulo.

34 Festival de Teatro de Málaga

LORCA
La correspondencia personal de Federico García Lorca

Histrión Teatro
Dramaturgia y dirección Juan Carlos Rubio
Con Gema Matarranz y Alejandro Vera

Calificación; ♠♠♠♠ (sobre cinco).

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