16 Dic Yorgos Lanthimos borda una tragedia griega en ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’

Reconozco mi acercamiento tardío a Yorgos Lanthimos, el director griego que asombra a medio mundo con sus películas. Debería haberle conocido antes porque menudo descubrimiento, a la altura de los grandes nombres de su historia cultural nacional.  Y es que Lanthimos, al que llegué tras una sorprendente ‘Langosta’, ha vuelto a las salas de cine españolas (algunas) con la fuerza de un drama de Esquilo. Menudo nudo en la garganta y removimiento de estómago con su ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’. Por momentos hasta con su pizca de gore sanguinolento que te hace apartar la vista de la pantalla. Objetivo más que conseguido en esta tragedia con mucho de thriller psicológico.

Es esta nueva entrega del realizador heleno una bofetada fuerte a las sociedades aparentemente impecables de casita con jardín americano bajo las cuales fluyen las aguas fecales de vicios inconfesables y de una indecente anestesia hacia el dolor ajeno. Que se derrumban sobre sus cimientos como castillos de naipes cuando un poco de viento sopla sobre ellos. En esta película es precisamente una familia cuyo patriarca es un eminente cardiólogo el que esconde una negligencia mortal en un quirófano sobre el padre de un niño que conseguirá secuestrar psicológicamente a su familia con la amenaza de un ojo por ojo.

Ese sacrificio, tremenda actualización de los múltiples episodios de la mitología grecolatina, es el que mueve la parte final de la trama si bien lo realmente valioso de la película es el tono intrigante de atmósferas cargadas de tensión que genera el director a lo largo de todo el metraje. No se sabe hasta bien entrada la historia qué es lo que ocurre y tanto Colin Farrel como Nicole Kidman, cada día más perfecta en su papel de madre pérfida, bordan sus papeles de pareja para tratar de no someterse a un mocoso que extorsionará con salvar la salud de sus hijos, por un proceso mental de ‘amarre’ que se hace muy creíble.

Ese maravilloso ejercicio de credibilidad que consigue sobre un hecho que mal presentado podría hacer caer en comedia es aquí un ejercicio de intriga y contención mayúsculo, genial, magistral que eleva en el final de la misma al jovencito Barry Keoghan como a un descomunal actor por llegar. ¿Cómo una cara tan anodina puede a llegar a causar tanta desazón, tanto desconsuelo, pavor?

Le recomienco encarecidamente que la vean. Grecia tiene un director que no desmerece su historia. Tragedia pura y dura. Maneja todos los géneros.

DÓNDE PUEDES VERLA: Cine Albéniz. Málaga