
22 Jul María Terremoto y la Repompilla salvan de la monotonía el Festival de Cante Grande de Casabermeja
(Foto de Paco Barroso)
Decía el maestro de La Matrona que todo el que se sube a un escenario algo tiene, y por lo tanto merece un respeto. Pero tampoco puede derivarse que cualquiera puede subirse a un escenario y provocar un estremecimiento. La noche vivida este sábado en Casabermeja en el Polideportivo Antonio Sánchez pasará a la historia por ser una de las veladas más flojas en cuanto a calidad y calidez de cante de cuantas vienen celebrándose en la flamenca localidad que se asoma a Las Pedrizas y sostiene uno de los más ensolerados festivales de la canícula sureña.
Y así ocurrió que se vino a lanzar una advertencia clara; no todos los cantaores que tienen un buen rato por soleá en una peña aguantan un escenario ante más de mil personas (aprox) y ofrecen un variado repertorio de su sabiduría para merecerse la subida a un trono del verano festivalero. Casabermeja tiene un nombre que debe cuidar.
Va a sobrar aquí, el rapapolvos sobre la inoportuna largueza del espectáculo. Someter a criaturas de este siglo a concentraciones musicales de varias horas es inconcebible, se terminó clareando el día, sólo se soporta con bebida, mucha afición y mucha paciencia, perdonen lo explícito y no siempre ocurre que los efluvios alcohólicos lo coloquen a uno en trance ni en la posse de respeto que se merece este encuentro.
Insistimos, la fórmula que no el formato está obsoleto. A cualquiera se le puede vender una noche andaluza al raso escuchando flamenco y con cierto contacto con la naturaleza, pero no una atracón contraproducente que solo salva que el resto del año la peña flamenca del lugar haga una actividad pedagógica de chapeau. El silencio se impuso pese a todo. Y las más de las veces fue más bien muermo. Todo hay que decirlo.
Toda la velada se movió en una tesitura musical similar, el amplio campo del tres por cuatro asociado por una atávica y artificiosa religión a la Baja Andalucía, mayoría en la cumbre de anoche, que no parece progresar más allá del compás y eludir el ad livitum como norma (los convocados). Sacaron los pies del plato, por cualidades y quizá por exigencias del guión de ‘Equipo de Llano’ (memorable la tergiversación del nombre del guionista de Luis Moneo) Amparo Heredia ‘La Repompilla’, que reivindica un lugar entre los grandes actuales del flamenco de primera línea y Alfredo Tejada que quizá estuvo más centrado en la ultracorreción de su cante que en provocar pellizcos. Chaparro, a su lado, derrochó música a raudales. Ahora después hablaremos del impacto Terremoto.
Así las cosas, hay que colocar en el debe de la organización convocar al legendario Funi, que tristemente no alcanzó ni ramalazos de buen cante, pese a que lo intentó, mientras que se movió con verdadero peligro de caerse por el escenario. Tampoco sacaron excesivos oles; Luis Moneo, Fernando Canela o el Purili, al que se le somete a sonar a viejo sin percatarse que canta letras odiosamente desactualizadas y hasta muy políticamente incorrectas para su edad y momento (18): «quítate de la ventana, no me seas ventanera…». El pobre tuvo que estirar mucho su repertorio y acabó repitiendo otras letras. Hay madera, pero no tallen siempre la misma figura.
El baile de la Piñona fue igualmente un gran intento por su parte de demostrar cosas. Muy aplicada. Y una señal inequívoca de que faltan bailaores malagueños que pueden ganarse ese lugar con la misma calidez que los preferidos del oeste; tomen nota, Ramón Martínez, Carmen González o Carrete no han pisado todavía este escenario si no me equivoco. Por solo citar tres.
Por último decir que la provocación y el desparpajado llegó de la mano de María Terremoto, que con la juventud por descaro fue la que más arreones dio al respetable. A ella le guía una estrella grande y fija. Está condenada a llevar a lo más alto el sacrosanto nombre de su estirpe; Terremoto. Ella solita explicó con su cante por qué se había merecido estar en lo más alto del cartel en una noche que no pasará a la historia del Cante Grande de Casabermeja.
No hay comentarios