Nieves Rosales y Alfredo Lagos aciertan con el tributo a ‘Cartas del desasosiego’

Fotos Dani Pérez/Teatro Cervantes

Fernando Pessoa estaría feliz con el homenaje que anoche la tributaron en el Teatro Cervantes de Málaga la bailarina/bailaora Nieves Rosales y el guitarrista, Alfredo Lagos. El autor portugués no era precisamente unas castañuelas pero de entre la bruma que siempre ha cubierto su perfil lisboeta seguro que asomó una sonrisa y un guiño de complicidad, allá en las alturas (o quizá un vasito de ginjinha). Es muy complejo adecuar a una obra dancística un lenguaje tan críptico, denso y oscuro como el que manejó en sus fragmentados diarios el eterno escritor luso.

Aún siendo complejo también es tremendamente inspirador el mundo pessoano. La propia Rosales lo decía en uno de sus desdoblamientos actorales frente al micro; he sido tantos personajes -heterónimos- inventados que ya estoy vacío por dentro. Pessoa frente a Pessoa, en las múltiples perchas y chalecos que fue vistiendo. Y a ese desdoblamiento bailó con un braceo de áspid y colibrí Rosales, bajo la batuta magistral y deliciosa de Lagos, que está sentado en el olimpo de los tocaores que superan el flamenco. Qué gusto en la interpretación de esa nube gris que acompañó siempre al lusitano.

El fado y el flamenco se unen además en estas Cartas de Rosales/Lagos con armonía. Por un lado, en una voz que no desmerece a las grandes del folclore vecino, Clara Campos, que cantó a esa extrañeza congénita del poeta transportándonos a la Feira da Ladra o al barrio de Alfama por momentos. También estuvo brillante en lo correcto y lo medido Vicente Soto, apareciendo desde el olvido del flamenco actual para con un cantaor que es canela en rama, miel sobre hojuelas cuando abre su boca y desata los miedos y las cuitas de la soleá, o se pone solemne en un martinete que contestaba Rosales con mil figuras en el aire. Quizá faltaron pies para poner los acentos.

Era un milagro conseguir el tempo de la escritura pausada, melancólica, pero honda de Pessoa y Rosales lo consiguió con mucha parsimonia pero también con mucha profundidad, subrayando cada movimiento suyo como cada latido sacudía el alma del escritor. El contrabajo y los tonos jazzeros de la batería dieron más contexto a muchos momentos que recordaron cierta bohemia y mucha noche de cirrosis hepática con la que se escribió ese diario de sombras, inexactitudes y revelaciones radiantes del corazón humano. El flamenco está escrito con el hígado, el mismo que movió a Don Quijote en sus ataques de locura. La bilis que según Aritóteles segregaban los genios, la de Pessoa, la de los Soto.

En resumen, Rosales acertó de lleno hasta en la duración; ni corta, ni larga. La música le acompañó en la elegancia y al final quedaron tres cosas; «decir lo que se siente exactamente como se siente ―con claridad, si es claro; oscuramente, si es oscuro; confusamente, si es confuso―; comprender que la gramática es un instrumento, y no una ley». Pura belleza.

CICLO DE DANZA 2018

_ESTRENO
SilencioDanza

Coreografía y bailaora Nieves Rosales
(Premio Lorca del Teatro Andaluz 2016)
Guitarra y dirección musical Alfredo Lagos
(Guitarrista revelación y Mejor guitarrista
acompañante en los premios Flamenco Hoy 2002)
Guillermo McGill percusión
Clara Campos voz
Antonio Corrales contrabajo
Artista invitado Vicente Soto

1.00 h. (s/i)
www.nievesrosales.com
www.alfredolagos.com

Calificación: ♠♠♠♠ (sobre cinco).

 

 

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