18 Nov Vuelve el mejor cine argentino con ‘Mi obra maestra’

Han vuelto. Gastón Duprat y Mariano Cohn (éste en menor medida) regresan por la senda del éxito con una comedia amarga, ‘Mi obra maestra’. Los hermanos Duprat han envuelto con papel de regalo una nueva cinta que retrata con mordacidad y su pizca de histrionismo un mundillo tan falso como el del arte contemporáneo. Si ya tuvieron para las élites intelectuales de la literatura con ‘El ciudadano ilustre’ ahora le toca a ese estanque de pirañas donde sobreviven los artistas del pincel como pueden.

Con un genial Guillermo Francella como galerista sin escrúpulos pero fiel a su artista fetiche se revela una nueva historia que combina la risa con el golpe de sarcasmo corrosivo, de reflejo de la pura picaresca bonaerense, de la mundial estulticia que rodea la lavadora de dinero negro más grande del planeta. Duprat coloca de nuevo a un personaje que parece ser muy auténtico y firme en sus principios como pintor al no venderse, ante la tesitura de cambiar su vida radicalmente echándole morro al asunto.

Con un Raúl Arévalo como secundario que crece y crece como clave en la trama se perfila una película redonda, que está un pelín a la zaga de la de aquel Premio Nobel que regresa a su ‘pueblito’ del Ciudadano Ilustre, pero que se empareja a la de la radical confrontación del mundo snob ante la visión del mundo real de ‘El hombre de al lado’. Parece vista esta trayectoria fílmica, que Duprat se empeñe en desnudar la idiotez que adorna a cierta élite intelectual/artística/económica frente a un mundo en claras dificultades de principios, ideas y escrúpulos.

No dejen de ir a verla.

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