No aporta nada que no se supiera
El director de cine francés, Francois Ozon, sobre el que más esperanzas hay depositadas ha realizado un documental-película, de corte dramático, especialmente anodino y en el que se enroca durante demasiado metraje en contar algo que ya estaba en los periódicos y a lo que no suma nada especial. No todos los directores de cine tienen que ser buenos periodistas pero a Ozon, que ha querido salir de su ficción surrealista, se le ha olvidado una máxima del lenguaje documental; si no vas a aportar nada que ya esté narrado mejor quédate callado.
El penúltimo trabajo del director parisino (El amante doble) había conseguido alargar su figura de creador diferente, que hurga con acierto en las bajas pasiones y el subconsciente para sacar a relucir sueños/pesadillas reales del individuo. En este caso ‘Gracias a Dios’ sólo aporta el relato ya conocido de los casos de pederastia ocurridos en Lyon y quizá presenta lo más sugerente a la hora de mostrarnos como las víctimas gestionan el dolor y la posterior celebridad o ese gusanillo de tomar poder y crecerse un poco en la soberbia. Lo cual termina por evidenciar las flaquezas del ser humano hasta habiendo siendo ultrajado.
Al margen de esto, la historia parte de un corriente vecino de Lyon que descubre que no ha sido el único en recibir los abusos sexuales de un sacerdote que trataba con boys scout y que sigue siendo protegido inexplicablemente por el obispado e incluso de alguna forma por la curia vaticana. La manera en que reúne más testimonios de otras víctimas y cómo han vivido esto secretamente conforman la parte más explícita del film, donde la valentía de hacerlo público es el leit motiv.
Al final del filme, uno de los hijos lanza una pregunta profunda a su padre, víctima del sacerdote pedarasta, sobre la creencia en Dios, que puede resultar lo más espinoso de todo este capítulo. La respuesta queda abierta como queda abierta la supervivencia de la iglesia católica a pesar de todos los casos de este tipo que viene soportando y que no le hace abrirse a una sexualidad convencional para los sacerdotes.
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