02 Ene Unamuno versus Unamuno. Menchón y Amenábar.
En menos de un año el escritor vasco ha resucitado en forma de película y documental para lejos de indagarse en su obra literaria o filosófica azuzar a las dos españas y a la vez presentar dos ajustes de cuentas dispares pero interesantes.
Unamuno resulta un ser incoherente pero entrañable en ‘Mientras dure la guerra’ de Alejandro Amenábar. Presentándolo como una tercera vía, compasiva en el duelo fraticida. Mientras en ‘Palabras para un fin del mundo’ documental de Manuel Menchón se lanza todo un órdago en su teoría del asesinato, aparece como una víctima calculada del falangismo, aportando documentación, y de alguna manera denunciando una conspiración que debería investigarse de oficio en aras del cumplimiento de la Ley de Memoria histórica, si es que esa ley vale para algo.
Por un lado, cabe lamentar que ambos trabajos cinematográficos giren alrededor de un hecho histórico muy interesante, pero puntual, desde el pensamiento político, el encuentro/enfrentamiento en el paraninfo de la Universidad de Salamanca con Millán Astray, quedando en ambos orillada la trascendencia de Unamuno en su enorme aporte literario, generacional y filosófico. Algo que es de dominio público pero no es nada comercial.
Dejando esta consideración de lado, ambas producciones relanzan la figura de un intelectual que merece estos honores y cuya semblanza suele reducirse a un hombre culto y vehemente entre dos españas siempre insatisfechas. Ambas cintas añaden información histórica sobre aquellos infaustos días del 36 y se refleja de una manera clara y meridiana cómo la República no supo contener a sus ‘paseadores’ en los tiempos previos igual que se larvaba un fascismo ‘made in spain’ desde el falangismo, que luego ajustó cuentas sin más ideario que fusilar todo lo que no se alineara a la derecha.
En ‘Mientras dure la guerra’ Amenábar aporta un hecho histórico paralelo, al duelo emocional-político que se libra en la cabeza de Unamuno y es la intención de Franco de prolongar la guerra para sanguinariamente darse la oportunidad de exterminar a toda la izquierda española.
En el caso del documental de Menchón se aportan pruebas del control íntimo que hizo Falange del pensador en sus últimos días y horas, (incluso del óbito), de sus veladas amenazas cuando ya estaba arrestado en su domicilio y queda muy en entredicho que muriera cándidamente por los gases de un brasero. Su republicanismo no se tambalea.
Y se aporta que su propia sirvienta escuchó voces de una acalorada discusión en un encuentro último en su habitación con Alejandro Aragón, al que se le descubre un pasado siniestro antes de este posible asesinato. La no realización de una autopsia también suman sospechas a esta teoría.
En ambos casos es original volver al tema de la Guerra desde Unamuno, que para muchos es un elemento conciliador de las dos españas en guerra (para otros un puro incoherente), y de radiante actualidad. Es valiente, en ambos casos además, volver a una película guerracivilista cuando desde hace años parece que es un tema tabú y quizá no tan comercial (también se abusó del tema en un pasado reciente).
Lo más curioso es cómo se aborda su figura de una manera conservadora y conciliadora en la ficción de Amenábar y de una forma acusadora, con cierto rigor y valiente desde lo documental en el caso de Menchón, que quizá tenga menos salas disponibles para generar debate sobre el supuesto asesinato encubierto.
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